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AQUELLO QUE NOS MUEVE

Tengo una energía que me mueve, pero no acabo de poder controlarla. Siento como si fueran olas que me hacen ir a contracorriente y cuando empiezo a surfearlas, de golpe se calman. Es una energía que me agita, que se mueve de tal forma que no me deja quedarme a mirarla. A veces siento que la ven más las personas cercanas que yo misma. Y que no les hace bien.

 

Cuando la energía se aleja de mí, siento que por fin puedo relajarme. Pero a la vez, la sigo sintiendo cerca, persiguiéndome, dispuesta a volver a atraparme. Me siento presa bajo sus garras, pero si puedo controlarla siento que no podrá conmigo.

 

Cuando hablo de ella de esta manera, puede parecer que no la soporto, que odio mi energía, pero no es así. Gracias a ella, he podido hacer muchas cosas, lo he hecho todo. Quizás por eso, aun queriendo entenderla, me da miedo. Me da miedo afrontarla, verla de verdad. ¿Qué me pasará si la entiendo y entonces desaparece?

 

No puedo pensar en ella, intentar entenderla, y no pensar en mi familia.

 

Mi madre es una persona a la que quiero mucho, con la que tengo muy buena relación. Pero a veces siento que forman parte de la misma esencia, que mirar a mi energía es mirar a mi madre. Como si fueran dos caras de la misma moneda.

 

Aunque esa energía toma un paso atrás cuando mi padre entra en escena y se tranquiliza, se queda clavada en el suelo.

 

Pienso en mi familia y me doy cuenta de que hay momentos específicos donde ha surgido esa energía. La energía que me mueve... Es cuando tengo la sensación que estoy en peligro, que esta energía aparece. Arrolladora, trayéndome un pasado en el que no estaba bien. Esa energía se ha acostumbrado a aparecer, controladora más de mí que yo, de ella, atenta a cualquier señal de peligro, ya sea real o imaginario.

 

Pero es una energía buena, que me ayuda, que intenta protegerme. Vuelvo a intentar mirarla, solo a ella, de frente. Vuelvo a mirarla para agradecerle todo lo que hace por mí.

 

Y así, viéndola realmente, me doy cuenta de que mucha de mi fuerza proviene de ella. Y aunque no quiero dejar ir esa fuerza, siento que he de poder encontrarla de otra manera, usarla de otra forma.

 

Puedo mirar a mi energía y decírselo a los ojos. Pedirle que me de tiempo, que me deje probar otras maneras. Sé que si la necesito, volverá a estar a mi lado. Pero ya no estoy en peligro y no puedo seguir usando esa energía de la misma manera. Hacerlo me hace daño a mí y a quien me rodea.

 

Así que la encaro y le dejo claro que, ahora mismo, en lugar de ser fuerte, voy a ser flexible y voy a ser feliz.